Muchos llegamos a ser padres de familia porque lo deseamos y posiblemente nuestros hijos fueron producto de la planificación.
Otros
llegaron a ser padres por casualidad, nunca estaba dentro de sus planes, no
importa cómo es que llegamos a ser padres lo importante es que la mayoría coincidimos
en que queremos lo mejor para nuestros hijos.
El declarar
cosas buenas para los demás lo conocemos como bendiciones, debemos siempre bendecir
y no maldecir. Romanos 12: 14 “Bendecid
a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.”
En nuestra
lengua está el poder de la vida o la muerte, cuando bendecimos declaramos vida
y cuando maldecimos declaramos muerte. Proverbios 18: 21 “La muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que
la ama comerá de sus frutos”
Los padres somos los principales proveedores de salud, nutrición, estimulación,
oportunidades de aprendizaje
temprano y protección que los bebés necesitan para un desarrollo cerebral saludable, pero
sobre todo somos quienes con nuestra forma de hablar los bendecimos para que
tengan una vida de excelencia. V 1 “Esta
es la bendición con la cual bendijo Moisés varón de Dios a los hijos de Israel,
antes que muriese.”
No debemos esperar estar en los últimos días
de nuestra vida para bendecir a nuestros hijos, nuestra bendición la debemos
impartir de manera diaria.
Los padres debemos desear y declarar
todos los días que nuestros hijos son prósperos, que sus actos son agradables a
Jehová y que todos sus enemigos son derrotados. V 14 “ Bendice, oh Jehová, lo que hicieren, Y recibe con agrado la
obra de sus manos; Hiere los lomos de sus enemigos, Y de los que lo
aborrecieren, para que nunca se levanten.”
Debemos enseñarles a nuestros hijos que
ellos son prósperos por la misericordia de Dios, de esta forma crecerán
honrando y glorificando el nombre de Dios. V 29 “Bienaventurado tú, oh Israel. ¿Quién como tú, Pueblo salvo
por Jehová, Escudo de tu socorro, ¿Y espada de tu triunfo? Así que tus enemigos
serán humillados, Y tú hollarás sobre sus alturas.”
Muchos cristianos no llevan a sus hijos a
los cultos bajo el pretexto que ellos no los quieren obligar y que cuando sean
adultos escojan a quien quieren servir.
El problema es que mientras los padres
cristianos no quieren obligar a sus hijos a ir al culto, el mundo si los obliga
a cometer sus prácticas y costumbres.
Con nuestra forma de dirigirnos a
nuestros hijos los podemos maldecir diciéndoles que son unos inútiles, que no
son capaces.
O podemos bendecirlos diciéndoles, que se
equivocaron, pero que pueden mejorar si se lo proponen, que son capaces. Etc.
Los padres no solo estamos para
proveerles de lo material, también es necesario que les proveamos de afecto, de
amor y sobre todo de muchas bendiciones que les permitan confiar en Jesucristo
y en sus capacidades. Esto los llevara a triunfar en la Vida.