Pocas cosas colaboran tanto al desarrollo personal y al autoconocimiento como aprender a valorar nuestras raíces.
Para el pueblo de Israel es muy
importante saber su procedencia, por eso en este capítulo solo vemos la genealogía.
Este aprendizaje puede servir, también, como estrategia en la solución de
problemas.
Por ello, a medida que pasa el tiempo, valorar nuestras raíces puede
ser de gran ayuda, ya que facilitará el proceso de
auto conocimiento y favorecerá nuestro crecimiento personal.
Ahora
bien, ¿qué significa valorar nuestras raíces? Se
trata de indagar en el lugar y las personas junto a las que hemos crecido y nos
han educado, incluso profundizar en los valores y
principios claves de nuestra cultura. Profundicemos.
Nos
reconocemos al valorar nuestras raíces
Al dar valor a
nuestra cultura, aceptamos y reconocemos una parte integral y
significativa de nosotros mismos; ya que pertenecer a una
cultura determinada, nos aporta:
·
Creencias.
·
Valores
y saberes.
·
Conductas
y maneras de comportarse.
Poco a poco, estos aspectos van configurándose en nuestro interior y determinan
parte de nuestra forma de ser, a medida que crecemos y
evolucionamos.
Ahora bien, de nuestra cultura nativa no
heredamos absolutamente todo, aunque sea de ahí de donde
provenimos. Por eso, darle valor es reconocer abiertamente cuál es nuestro
origen.
Las
personas de nuestro alrededor también forman parte del universo de nuestras
raíces. Ellas nos enseñan a través de sus comportamientos y
de aquello que nos dicen. Nos muestran el mundo y cómo afrontarlo, aunque
también tengamos nuestras propias estrategias. Así, una parte de lo vivido con
ellas, también permanecerá en nosotros.
De esta forma, la
forma de resolver los problemas también es mostrada por nuestra cultura y
las personas cercanas a nosotros. Todo lo que hemos observado y lo que hemos
recibido nos ha influido para ser quienes somos ahora.
De nuestras raíces aprendemos
Como
se ha dicho, el hecho de que valoremos de dónde venimos puede hacer que tomemos
consciencia de la importancia que tiene nuestro contexto de origen. Pero el hecho de estar abiertos a la
valoración de nuestro origen, no quiere decir que tengamos que estar de acuerdo
con todo lo que ello conlleva. No olvidemos que cada
persona ve la vida de forma diferente y que a medida que crecemos,
aprendemos a elegir qué nos aporta y qué no.
Si queremos acercarnos a nuestras raíces para saber qué
dicen de nosotros y cómo nos influyen, podemos comenzar
por centrarnos en los valores y principios indispensables en nuestras familia y
cultura. De todo ello, extraeremos grandes aprendizajes,
para bien o para mal, que quizás nos ayuden a tomar decisiones.
De
hecho, suele pasar que cuando
nos encontramos en momentos complicados es cuando tenemos mayor facilidad para
recordar aquello que nuestras raíces nos enseñaron. De alguna
forma, las dificultades remueven nuestro universo emocional y este, a menudo,
nos lleva a esas situaciones del pasado en las que nos sentíamos recogidos o a
aquellas otras en las que nos sucedió algo similar y supimos cómo solucionarlo.
El saber de donde procedemos nos ayuda a saber para donde vamos
y sobre todo a sentirnos seguros de lo que queremos.