Para que una planta se mantenga sana y pueda dar frutos de buena calidad es necesario que el agricultor la este siempre limpiando y cuidando. Para que nosotros los seres humanos podamos ser fructíferos en todo lo que hacemos es necesario que permanezcamos limpios, humanamente no es del todo posible, solo Jesucristo a través de su palabra nos purifica. V 25 “Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré.”
Jesucristo quita de nosotros todas esas cosas que
en nosotros se pueden convertir en ídolos, el dinero es necesario para suplir
nuestras necesidades, pero el exceso de amor al dinero daña nuestro corazón.
Sin Jesucristo nuestro corazón se llena de ambición
y codicia, Jesucristo nos da equilibrio, es decir con Jesucristo el dinero no
se nos convierte en un ídolo.
De nada sirve ser el árbol mas frondoso lleno de
ramas, si es estéril o no da frutos, los frutos hacen del árbol algo útil. Jesucristo
transforma nuestra vida de manera total, cambia nuestro corazón y ese espíritu de
perdedor que sin él nos dominaba. V 26 “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.”
Solo el espíritu de Jehová en nosotros es lo que
nos hace obedientes a sus mandatos y los mandatos de este mundo que nos llevan
a triunfar. V 27 “Y pondré
dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis
mis preceptos, y los pongáis por obra.”
Si tu decides emprender en algo y no respetas las
normas mercantiles, gastas mas de lo que ganas y cometes muchos otros errores
que mandan las normas contables lo mas seguro es que vas a fracasar.
Jesucristo no solo nos promete darnos salvación y vida
eterna, el nos enseña a ser responsables y organizados.
Con Jesucristo damos frutos, nos convertimos en personas
prosperas y como consecuencia de sus bendiciones y el obedecer las diferentes
normas no aguantaremos hambre. V 29 “Y os guardaré de todas vuestras inmundicias; y llamaré al trigo, y lo
multiplicaré, y no os daré hambre.”
Con un nuevo corazón podemos reconocer nuestros
pecados para no volverlos a cometer, sin corrección no hay perfección.
Para dar frutos y nunca volver a ser estériles debemos
sentirnos avergonzados de nuestras equivocaciones. V 31 “Y os acordaréis de vuestros malos caminos, y de
vuestras obras que no fueron buenas; y os avergonzaréis de vosotros mismos por
vuestras iniquidades y por vuestras abominaciones.”
El sentirnos avergonzados por nuestra mala forma de
actuar en el pasado, evita que anhelemos retroceder a si estemos pasando por
dificultades.
Solo Jesucristo puede limpiarnos y darnos una nueva
vida para poder avanzar y disfrutar de las bendiciones recibidas diariamente.
