Muchas veces tenemos tanta angustia en nuestro corazón que parece que nuestras oraciones no son escuchadas por Dios, pasan días seguimos orando y nada. Todo parece perdido.
Daniel estaba pasando por uno de esos momentos difíciles y estaba muy triste. V 2-3 “En aquellos días yo Daniel estuve afligido por espacio de tres semanas.
10:3 No comí manjar delicado, ni entró en mi boca carne ni vino, ni me ungí con ungüento, hasta que se cumplieron las tres semanas.”
Como a los 24 días, paso algo maravilloso cuando el menos lo espera se manifestó la gloria de Dios. V 4- 6 “Y el día veinticuatro del mes primero estaba yo a la orilla del gran río Hidekel. 10:5 Y alcé mis ojos y miré, y he aquí un varón vestido de lino, y ceñidos sus lomos de oro de Ufaz. 10:6 Su cuerpo era como de berilo, y su rostro parecía un relámpago, y sus ojos como antorchas de fuego, y sus brazos y sus pies como de color de bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud.”
Muchas veces Dios quiere hablarnos pero nosotros no queremos escucharle, le huimos, no queremos comprometernos, o estamos demasiado ocupados nos escondemos en nuestro trabajo o lo que digamos que estamos haciendo.
Para poder disfrutar de la presencia de Dios es necesario estar dispuesto, Daniel quería escuchar a Dios, quería tener una experiencia sobre natural. Por eso el pudo ver y sentir lo que otros que estaban a su lado no pudieron. V 7 “Y sólo yo, Daniel, vi aquella visión, y no la vieron los hombres que estaban conmigo, sino que se apoderó de ellos un gran temor, y huyeron y se escondieron.”
En el culto pueden estar presentes tres mil personas pero no todas podrán sentir la presencia de Dios. Solo podrán lograrlo las personas que dispongan su corazón.
¿Cómo sentir la presencia de Dios?
1. Entrar a la presencia de Dios. Cierra tus ojos olvídate por un instante de tus problemas, olvídate de los que están a tu lado. Cierra tus ojos físicos para que se abran los ojos espirituales. Deja que el espíritu santo te transporte al trono celestial. V 9 “Pero oí el sonido de sus palabras; y al oír el sonido de sus palabras, caí sobre mi rostro en un profundo sueño, con mi rostro en tierra.”
2. Estar atento a lo sobre natural. Debes anhelar ver, sentir lo sobre natural. V 11 “Y me dijo: Daniel, varón muy amado, está atento a las palabras que te hablaré, y ponte en pie; porque a ti he sido enviado ahora. Mientras hablaba esto conmigo, me puse en pie temblando.”
Siempre debemos estar seguros que Dios escuchara nuestra oración, si hemos dispuesto nuestro corazón y nos hemos humillado delante de Dios. V 12 “Entonces me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido.”
Cuando Dios se demora en contestarnos es porque está peleando por nosotros. V 13 “Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días; pero he aquí Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme, y quedé allí con los reyes de Persia.” Mientras nosotros oramos allá en el mundo sobrenatural se está librando una batalla. Apocalipsis 12: 7 “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;” cuando Josafat estaba orando y alabando a Dios, Jehová de los ejércitos peleaba por él y confundía a sus enemigos. 2 Crónicas 20: 22 “Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab, y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros:” nuestros enemigos no solo pueden ser físicos, también son espirituales, pereza, enfermedad, desanimo, etc.
Muchas veces no queremos sentir la presencia de Dios por miedo a comprometernos, por miedo a escuchar su palabra. V 16 “Pero he aquí, uno con semejanza de hijo de hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: Señor mío, con la visión me han sobrevenido dolores, y no me queda fuerza.”
Por dura que sea la palabra de Dios el mismo siempre nos fortalece. V 18 “Y aquel que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez, y me fortaleció,”
Una buena relación con Dios a través de la Adoración y la alabanza nos prepara para escuchar su palabra. V 19 “y me dijo: Muy amado, no temas; la paz sea contigo; esfuérzate y aliéntate. Y mientras él me hablaba, recobré las fuerzas, y dije: Hable mi señor, porque me has fortalecido.”
Más que para lamentarte. Congrégate para a través de la Oración y la alabanza sentir y a traer la presencia de Jesucristo, es su presencia en nuestra vida o en el lugar donde nos congregamos que hace milagros.
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