Todos los seres humanos de una o de otra forma queremos triunfar en la vida.
Queremos
triunfar en nuestra área espiritual, en nuestros negocios, en el deporte o en
nuestra familia.
Jesucristo
a través de algunos versículos de este capítulo nos quiere enseñar que para
poder triunfar en lo espiritual es necesario renunciar a algunas cosas que nos
impiden alcanzar lo que queremos.
Las personas de
éxito están dispuestas a renunciar a muchas de las cosas que los anclan al
fracaso, las personas de fracaso so aquellas que quieren conseguir grandes cosas,
pero de manera cómoda sin ningún sacrificio personal.
Como Renunciar a todo para Triunfar.
1. Ten un Propósito
claro. si no sabemos que es lo que queremos tampoco podemos saber qué es lo que
nos estorba en el camino al éxito.
2. Conoce muy
bien lo que quieres Lograr. No es suficiente con saber que queremos, debemos
conocer muy bien lo que queremos de esta forma sabremos como conseguirlo.
3. Ama lo que
quieres Lograr. Solo cuando amamos lo que hacemos somos capaces de renunciar a
cualquier cosa que nos detenga: por ejemplo, la pereza, el desánimo o la
mediocridad.
En estos
versículos Jesucristo no nos está diciendo que él se sacia en vernos mutilados
para perdonarnos los pecados. Un buen padre o un buen hermano jamás haría eso.
Jesucristo como
buen maestro que es nos enseña a través del cuerpo humano la importancia de
renunciar a todo para lograr lo que nos proponemos.
Hay tres partes
de nuestro cuerpo que son de vital importancia para nuestro comportamiento.
1.Las Manos.
Nuestras manos son el medio a través sentimos el exterior. V 43 “Si tu mano te fuere ocasión de
caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir
al infierno, al fuego que no puede ser apagado”
o Con las manos aramos la
tierra, sembramos las semillas, construimos civilizaciones, cultivamos culturas
y cosechamos los frutos de la vida. Nuestras manos son intérpretes
del espíritu, mensajeras del corazón y el camino por el cual las ideas y las
imágenes se precipitan en la acción.
· 1.2. Dios nos dio los brazos para abrazar y las
manos para acariciar no para golpear o lastimar, quien las utiliza para dañar
debe renunciar a esas manos.
· 1.3. Nuestras manos deben servir para ayudar a
levantar a quien ha caído, no las utilicemos para hacer caer a los demás.
2. Los Pies. Nuestros
pies deben servirnos para llevarnos a lugar de bendición y no de maldición ni
de peligro. V 45 “Y si
tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo,
que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser
apagado” el hecho de que seamos cristianos no significa que podemos
ir por cualquier lado.
· 2.1. Nuestros
pies deben ser portadores de bendición y no de maldición. Isaías 52: 7 “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del que trae
buenas nuevas, del que anuncia la paz, del que trae las buenas nuevas de gozo,
del que anuncia la salvación, y dice a Sión: Tu Dios reina!” debemos
renunciar a que nuestros pies nos lleven a lugares que no nos edifican y que
nos pueden contaminar.
3. Nuestros
Ojos. V 47 “Y si
tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios
con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno,” nuestra mente
y nuestro corazón se alimentan de lo que ven nuestros ojos.
· 3.1. Nuestros
ojos reflejan lo que en verdad somos, nuestra misericordia o nuestra maldad se refleja
en nuestra mirada. Mateo 6: 22-23 “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que,
si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero
si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz
que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”
· 3.2. Debemos
renunciar a obligar a nuestros ojos a mirar cosas o personas que nos contaminan
en nuestra manera de actuar.
· 3.3. Lo que
vemos en la calle, en el televisor, en el computador o en el celular es lo que
determina nuestra forma de ser.
Si queremos
triunfar en lo que hagamos en lo secular y espiritual debemos renunciar a todo
lo que nuestras manos, nuestros pies o nuestros ojos nos hagan estancar o
anclarnos al fracaso. Tu y yo decidimos que hacer con nuestro cuerpo.