El significado de ofrenda es ofrecer, dar o venerar, honrar.
Cuando
vamos al templo no solo vamos a escuchar una predicación, también le llevamos a
Jehová y a su hijo Jesucristo un tributo que le llamamos ofrenda para honrar su
nombre.
Dios está
en cualquier lugar y en cualquier lugar él nos puede oír eso es cierto. No hay
ningún lugar donde Dios no se encuentre. Salmo 139: 7-12 “¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia? 139:8 Si subiere a los cielos, allí estás
tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. 139:9 Si tomare las alas del alba Y
habitare en el extremo del mar, 139:10 Aun
allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra. 139:11 Si dijere: Ciertamente las
tinieblas me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí. 139:12 Aun las tinieblas no encubren de
ti,
Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la
luz.”
También es
cierto que Dios no habita en casa hecha por hombres. Hechos 17: 24 “El Dios que hizo el
mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra,
no habita en templos hechos por manos humanas,”
El templo
no es suficientemente grande como para contener la presencia de Dios, pero si
en el templo se puede reflejar la presencia de Dios. 2 Crónicas 7: 1 “Cuando Salomón acabó
de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las
víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa”
El mandato
de Dios era que el sacrificio no podía ser ofrecido en cualquier lugar, tenía
que ser a la entrada del tabernáculo. Levítico 17: 3-5 “Cualquier varón de
la casa de Israel que degollare buey o cordero o cabra, en el campamento o
fuera de él, 17:4 y no lo trajere a la puerta del tabernáculo de reunión
para ofrecer ofrenda a Jehová delante del tabernáculo de Jehová, será culpado
de sangre el tal varón; sangre derramó; será cortado el tal varón de entre su
pueblo, 17:5 a fin de que traigan los hijos de Israel sus sacrificios,
los que sacrifican en medio del campo, para que los traigan a Jehová a la
puerta del tabernáculo de reunión al sacerdote, y sacrifiquen ellos sacrificios
de paz a Jehová.”
Ahora
Jehová no acepta sacrificios de animales, pero al igual que Jesús se ofreció en
sacrificio es necesario que nosotros también nos ofrezcamos en sacrificio vivo
delante de Dios. Romanos 12: 1 “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que
presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es
vuestro culto racional.”
También
nuestros sacrificios son de alabanza. Hebreos 13: 15 “Así que, ofrezcamos siempre
a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que
confiesan su nombre.”
Es por eso
que en su palabra Jesucristo nos invita a que no dejemos de congregarnos como
algunos tienen por costumbre. Hebreos 10: 25 “no dejando de congregarnos,
como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis
que aquel día se acerca.”
Aunque
Jehová no habita en ningún templo si considera que el templo es su casa y sobre
todo casa de oración, el lugar donde nos podemos comunicar con él con mayor
libertad. Mateo 21: 13 “y les dijo: Escrito está: Mi
casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de
ladrones.”
Desde la
antigüedad Jehová declaro que en su casa de oración es donde el recibiría los
sacrificios. Isaías 56: 7 “yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de
oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque
mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.”
El
congregarnos en el templo no solo es una muestra de obediencia, también con
este acto demostramos cuanto estamos dispuestos a incomodarnos por causa de
Jesús.
Hoy en día
es muy común encontrar cristianos que cambian de iglesia a medida que cambian
de barrio. A muchos cristianos no les importa en que creen en el lugar donde se
están congregando lo único que les importa es que sea cerca y les quede cómodo.
David
siempre decía: “yo no le daré a Jehová algo que no me cueste” 2 Samuel 24: 24 “Y el rey dijo a
Arauna: No, sino por precio te lo compraré; porque no ofreceré a Jehová mi Dios
holocaustos que no me cuesten nada. Entonces David compró la era y los bueyes
por cincuenta siclos de plata.”