A menudo echamos la culpa y responsabilizamos a los demás de nuestras desgracias o mala suerte, cuando lo que estamos viviendo son las consecuencias de nuestras propias acciones. Toda conducta tiene repercusiones, y aunque no se presenten de forma inmediata, de una forma u otra acaban manifestándose, seamos conscientes o no. Un síntoma claro de inmadurez es pretender no hacernos cargo de las consecuencias de nuestros actos.
Para ello somos capaces de
responsabilizar a cualquier persona o circunstancia antes que admitir que lo
que sucede ha sido consecuencia de cómo hemos actuado.
Dejamos de ser responsables de nuestros actos cuando nos
amparamos en el victimismo. Recurriendo a las quejas y a las
lamentaciones por la situación difícil que estamos pasando. Esto nos
aleja aún más de las posibles soluciones y nos deja anclados en una situación
que nosotros mismos hemos provocado.
Construimos nuestro camino en base a las decisiones que
tomamos, y nos guste o no somos los responsables de la vida que llevamos. De
cómo nos sentimos, vivimos y nos relacionamos, forma parte de nuestra esencia
única. Alimentamos determinadas acciones que son las que acaban por
beneficiarnos o perjudicarnos. A través del tiempo y la experiencia es
posible hacer una mejor observación y tomar una mayor consciencia.
Israel estaba siendo destruido y el profeta se lamentaba. V 8
“Aconteció que cuando ellos
iban matando y quedé yo solo, me postré sobre mi rostro, y clamé y dije: ¡Ah,
Señor Jehová! ¿destruirás a todo el remanente de Israel derramando tu furor
sobre Jerusalén?”
Pero Jehová le explica que lo que esta sucediendo no es su
culpa, es consecuencia de las malas acciones del Pueblo. V 9 “Y me dijo: La maldad de la casa de
Israel y de Judá es grande sobremanera, pues la tierra está llena de sangre, y
la ciudad está llena de perversidad; porque han dicho: Ha abandonado Jehová la
tierra, y Jehová no ve.”
Todos los seres humanos en especial las personas de éxito saben
que todo lo que hacemos se paga a esto le llaman la ley de la compensación.
Bíblicamente lo conocemos como la ley de la siembra y la
cosecha. Gálatas 6: 7 “No os engañéis; Dios no puede ser
burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.”
Nuestros actos no solo tienen que ver con lo que hacemos, también
tiene que ver con nuestra actitud. De nuestra actitud depende la actitud de los
demás para con nosotros.
Como evitar malas consecuencias.
1. haz a los demás lo que quisieres que ellos te hagan. Mateo 7: 12 “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres
hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley
y los profetas.” Quieres que te saluden, te con sientan, te amen.
·
1.1.
Recuerda todo lo que tu siembres es lo que cosecharas.
2. Habla de manera agradable. Colosenses 4: 6 “Sea vuestra palabra siempre con
gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.”
Antes de hablar debemos pensar, cual es la rección que espero que la persona
que me va a escuchar tenga para conmigo.
3. Cambia tu manera desagradable de Pensar. Filipenses 4: 8 “Por lo demás, hermanos, todo lo
que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable,
todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza,
en esto pensad.” de nuestra forma de pensar depende nuestra forma de hablar
y de actuar.
Jesucristo no nos castiga, el permite que vivamos las consecuencias
de nuestros actos, como queremos vivir, bien o mal, tener una excelente con
vivencia o ser un fracaso, eso depende de cada uno de nosotros.
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