Cuando nuestros hijos son pequeños tenemos control sobre ellos, el problema es que a medida que van pasando los años y nuestros hijos van creciendo sentimos que poco a poco vamos perdiendo ese control que teníamos sobre ellos. En nuestro afán de mantenerlos en los caminos de Jesucristo empezamos a luchar en nuestras fuerzas y en muchas ocasiones nos equivocamos.
El hecho de que le hayamos inculcado desde muy pequeños
los principios cristianos en su corazón y de que se le haya llevado a la
«Escuela Dominical» Esto NO garantiza su permanencia en los caminos del Señor,
y lo podemos ver reflejado en que más del 70% de nuestros niños cuando
crecen, no continúan en el cristianismo.
El problema en muchas familias cristianas
radica en que han relegado la educación espiritual en el ministerio infantil de
la iglesia o en el ministerio de jóvenes, estos ministerios tan solo son de
instrucción temporal por algunas horas o minutos semanales.
La responsabilidad de enseñar y educar a los
niños y a los jóvenes en la vida espiritual es de los padres. Deuteronomio 6: 7
“y las repetirás a
tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y
al acostarte, y cuando te levantes.”
Muchas iglesias en su afán de mantener
contentos a los niños y a los jóvenes y para que los padres mantengan su
asistencia, solo ofrecen reuniones de distracción en base a presentar
películas, hacer actividades recreativas y los acostumbrados paseos o retiros.
Estas actividades no son malas, lo malo es que
han desplazado el verdadero estudio bíblico y formación espiritual.
Muchos de estos jóvenes permanecen fieles a la
iglesia mientras no adquieran responsabilidades seculares, que los saquen de
las aulas de la iglesia.
Cuando los jóvenes adquieren responsabilidades
o se cansan de las actividades juveniles e infantiles deciden no asistir mas a
la iglesia y si siguen asistiendo en adultos ya solo lo hacen como
espectadores, sin ningún tipo de compromiso con la congregación.
Llega un momento donde las circunstancias nos
obligan a dejar o alejarnos de nuestros hijos. Este era el caso de Abraham su
esposa lo obliga a dejar a su hijo. V 10 “Por
tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta
sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo.”
Lógicamente esto no solo nos causa dolor
también nos causa gran susto. V 11 “Este
dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo.”
Cuando llega la hora de que nuestros hijos
abandonen el nido porque ya es la hora, por rebeldía o cualquier otro factor,
lo único que podemos hacer es confiar en que Jehová se encargara de ellos en
todas sus necesidades. V 17 “Y oyó
Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le
dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en
donde está.”
Si dejamos de pelear con nuestros hijos y se
los entregamos a Jesucristo él se encarga de darles un excelente futuro. V 18 “Levántate,
alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación.”
También se encarga de suministrarles todos los
recursos necesarios para que puedan mantenerse vivos espiritualmente. V 19 “Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente
de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho”