Todos los seres humanos en especial quienes nos hemos entregado a Jesucristo tenemos contacto con personas y circunstancias que nos contaminan, es inevitable ya que siempre estamos en contacto a través de nuestro trabajo, estudio, en el barrio o simplemente hacemos parte de una sociedad. por esta razón es necesario que constantemente nos estemos limpiando nosotros y nuestra familia.
No podemos alejarnos de las personas
de este mundo porque tendríamos que salirnos de él, lo que debemos hacer es
alejarnos de las malas prácticas de esas personas. Juan 17: 15 “No ruego que los quites del mundo,
sino que los guardes del mal.”
Los seres humanos somos
influenciables, es decir por lo general siempre terminamos haciendo lo que
otros hacen.
Hay tres partes de nuestro cuerpo a
través de las cuales podemos contaminarnos con las actividades de este mundo.
Estas tres partes de nuestro cuerpo
debemos estarlas consagrando siempre ya que a través de ellas podemos acercarnos
a Jesucristo o alejarnos de él.
1. Nuestros oídos. Levítico 8: 24 a “Hizo acercarse luego los hijos de
Aarón, y puso Moisés de la sangre sobre el lóbulo de sus orejas derechas,” Todo lo que escuchemos
se almacena en nuestra mente y lógicamente después desciende a nuestro corazón.
· 1.1. De lo que hay en
nuestro corazón es lo que habla nuestra boca. Y de lo que nosotros hablamos es
como agradamos a los demás o simplemente los ofendemos.
· 1.2. Nuestra forma de
hablar está regulada por lo que escuchamos de manera diaria. Deberíamos preguntarnos
que estamos escuchando en las redes sociales a través de nuestro celular, que
escuchamos en la televisión o radio y que escuchamos de las personas con quien
nos relacionamos.
· 1.3. Si escuchamos a
personas positivas, siempre vamos a tener fuerzas y capacidad para avanzar a
pesar de nuestras dificultades.
· 1.4. Si escuchamos cosas o
personas negativas no importa cuántas oportunidades se nos presenten nunca
vamos a tener la fuerza para avanzar.
2. Nuestras manos. V 24 b “sobre los pulgares de sus manos
derechas,”
nuestras manos pueden percibir sensaciones que nos estimulan a tener buenos o
malos deseos.
· 2.1. Lo que sintamos con
nuestras manos podemos llevarlo a nuestra mente y de nuestra mente a nuestro corazón.
· 2.2. Lo que hay en nuestro
corazón es lo que terminamos haciendo. Muchos de nuestros buenos o malos actos
se originaron cuando palpamos algo.
· 2.3. Un adagio muy popular
dice: juegos de manos, juegos de marranos. Nuestras manos deben estar
conectadas a nuestro cerebro.
3. Nuestros Pies. v 24 c “y sobre los pulgares de sus pies
derechos; y roció Moisés la sangre sobre el altar alrededor.” Una mente y un corazón
bien direccionados hace que nuestros pies no nos lleven a lugares de perdición.
· 3.1. Si consagramos
nuestros pies a Jesucristo, el cuidara siempre nuestro entrar y nuestro salir. Muchas
veces nos encontramos en el lugar y la hora equivocada.
· 3.2. El estar en el lugar
equivocado es lo que nos puede llevar a pecar o a fallar, el espíritu santo nos
dice donde debemos ir y donde no debemos ir o estar, que invitaciones aceptar y
cuáles no.
Debemos entender que el consagrarnos
a Jesucristo no es un simple acto o unas cuantas palabras. El consagrarnos es
todo un proceso. V35 “A la puerta, pues, del tabernáculo de reunión estaréis día
y noche por siete días, y guardaréis la ordenanza delante de Jehová, para que
no muráis; porque así me ha sido mandado.” la consagración no es asunto de un
momento o un ritual. La verdadera consagración es permitir que Jesucristo todos
los días obre en nuestra vida.
Solo consagrándonos a Jesucristo podemos
tener una vida libre de contaminación, en este mundo siempre estaremos
expuestos a contaminarnos, Jesucristo nos limpia y nos da sabiduría para no
seguirnos contaminando.